TAMBIÉN LOS LIBROS TIENEN DERECHOS
TENGO DERECHO a pedir que no me escondan en casilleros que parecen cárceles, ni me guarden en las alturas para que no me alcancen ni me pongan de canto para no ser visto.
TENGO DERECHO a no servir de adorno ni pasarme el resto de mi vida sin que abran los ojos para ver mis hojas esos ignorantes que me usan para que combine con la alfombra.
TENGO DERECHO a no ser comparado con otros medios que ni me suplen ni me anulan. Ellos tienen su lugar y yo el mío y nos complementamos. Pero además, desde que fui creado, en mis páginas se ha vertido toda la información que me permitió inventarlos.
TENGO DERECHO a salir de las aulas y de las bibliotecas para tomar las calles, viajar en autobús, apoltronarme en el asiento trasero con los niños, hacer la larga espera del doctor o reposar plácidamente en una playa y abrirme de capa para que me lean.
TENGO DERECHO a ser el juglar, el trovador y el cuentacuentos que cante y narre historias a los niños como lo hacían los viejos.
TENGO DERECHO a recorrer los más apartados rincones del planeta donde la gente no tiene para comer, sencillamente porque no me ha leído.
TENGO DERECHO a entrar en esas guerras fratricidas que usan como arma el explosivo. Yo se lo cambiaría por una herramienta que es más útil y vence al enemigo: la inteligencia, que está en los libros.
Y TENGO DERECHO, ya que del árbol he venido, a ser sembrado en parques y jardines, con todos los honores merecidos. Si lo consigo, te puedo asegurar que habré de cosechar nuevos lectores. No es mucho pedir si te digo que TENGO DERECHO A ESTAR CONTIGO.
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